Por MIQUEL ABELLA

El blues es actualmente una música popular que se aprecia y se interpreta en todo el mundo. 
Lejos quedan aquellos años de principios del siglo XX, y hasta la década de los 60, cuando era una música étnica, patrimonio exclusivo de sus creadores, los afro americanos.

El blues siempre había tenido una función catártica entre la población negra. Las historias sencillas, personales e intimistas que relataban los bluesmen eran compartidas por un auditorio que se identificaba plenamente con el artista.

A finales de los años 50 los intereses de la población afro americana empezaron a ir por otros derroteros mucho más reivindicativos y de compromiso político. Unas ideas que se expresaron a través del gospel o la soul music, pero que sólo en escasas ocasiones se vieron reflejadas en el blues. La lucha por los derechos civiles y antisegregacionistas acabó alejándolo de su base social.

Paralelamente, esta música nacida en los campos de algodón y los suburbios de las grandes ciudades empezó a interesar a un nuevo público, blanco y de clase media, que lo incluyó en la categoría de folk music. En las universidades empezaron a programarse conciertos de blues en su versión acústica más primitiva, el country blues. Fue la llamada época del blues revival cuando numerosos bluesmen olvidados desde hacía años volvieron a los estudios de grabación y a los escenarios para tocar en grandes festivales de Estados Unidos y Europa, a la vez que por primera vez en la historia de esta música tocaron numerosos artistas blancos.

Pero todas las modas dejan de serlo, y a mediados de los años 60 las discográficas americanas se desentendieron del blues, y las pocas grabaciones que se hicieron en aquella época son europeas.

Muchos artistas se dedicaron a la soul music y otros abandonaron la música, hasta que en 1980, gracias a la película de John Landis The Blues, Brothers, un nuevo público descubrió el blues. Un blues visto desde la óptica del rock, que se alimentó con la leyenda del nuevo héroe, el tejano Steve Ray Vaughan, y con las grabaciones de la discográfica Alligator records de Chicago.

Es aquí donde podríamos situar el nacimiento del blues moderno. Una música interpretada indistintamente por artistas blancos y negros que ha cruzado las fronteras americanas y ha enrolado a músicos de todo el mundo.

En un principio resucitaron antiguos bluesmen que seguían el estilo de B. B. King y del West side Chicago blues de los años 60, como Buddy Guy, Lonnie Brooks o Luther Allison; después vino la aportación tejana, con Albert Collins y Johnny Copeland, y finalmente la sangre nueva William Clarke, Kenny Neal o Lucky Peterson.

Así como los primeros bluesmen alternaban los blues con las baladas irlandesas y otras canciones folclóricas, los artistas actuales suelen intercalar temas de soul music o de rock y ritmos funk en sus repertorios.

Durante los últimos años ha surgido un grupo de músicos que siguen el camino que Taj Máhal emprendió en los 60; están investigando sus raíces afroamericanas tanto en EEUU como en el Caribe o África. Se trata de Corey Harris, Guy Davis, Alvin Youngblood Hart, Olu Dara o Mighty Mo Rodgers, que interpretan los blues más arcaicos, al lado de otras músicas fruto de sus experimentos. 

El blues tuvo su máximo esplendor en los años 40 y 50 con artistas como Muddy Waters, T Bone Walker, Hawlin’Wolf, Jimmy Reed, Elmore James, John Lee Hooker, o Little Walter. Pero paradójicamente es ahora cuando más discos se editan. 
Artistas de edades avanzadas que no habían tenido ninguna notoriedad en su época han sido rescatados y llevados a los estudios de grabación con más o menos fortuna, a la vez que proliferan las reediciones del material más arcaico.

A nivel divulgativo el blues cuenta en la actualidad con numerosas revistas, tan prestigiosas con Living Blues, Blues Unlimited, Soul Bag o Blues Acces. Existe también una red de asociaciones y fundaciones que ha tenido un papel destacado en la preservación y el estudio de esta música. Una de las más notables es la Memphis Blues Foundation, que otorga anualmente los ya prestigiosos WC Handy, los Oscar del blues. 
Por otro lado, esta música que ha vivido siempre al otro lado de la ley actualmente goza del beneplácito y el soporte de las instituciones que han bautizado algunas calles con nombres de bluesmen famosos.

Los grandes festivales se han extendido por todo el mundo, y los turistas peregrinan por Chicago, Nueva Orleans y Memphis. 
El blues, el padre de todas las músicas populares del siglo XX, se ha convertido en una música clásica. 
 

     




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